domingo, 21 de octubre de 2012

Contagio Emocional.

La emoción se contagia. En cierto modo, se trata de un descubrimiento más o menos intuido. Todos hemos sentido alguna vez cómo nos animamos solo de estar junto a alguien que se encuentra de muy buen humor. Sin embargo, si se piensa con detenimiento se verá que es una idea bastante elaborada. Por ejemplo, solemos creer que la expresión del rostro refleja el estado de ánimo, O sea, si me siento feliz, sonrío, y si me siento triste, pongo cara de compungido. Creemos que la emoción es algo que va de dentro a fuera. Pues bien, el contagio emocional viene a decir que lo contrario también es cierto, que si yo consigo que la otra persona sonría, quiere decir que puedo hacer que se sienta alegre. Y si logro que el otro ponga cara de pena, conseguiré que se sienta triste. En este sentido, la emoción viaja de fuera a dentro.

Si pensamos en las emociones de esta manera (como una reacción de fuera hacia dentro, en vez de dentro a fuera) podremos comprender cómo ciertas personas ejercen una gran influencia en los demás. En definitiva, si algunos son capaces de expresar muy bien emociones y sentimientos es porque son mucho más contagiosos emocionalmente. Los psicólogos llaman a estas personas «emisores». Los emisores poseen una personalidad especial. También poseen una psicología diferente. Por ejemplo, los científicos que han estudiado los rostros dicen que existen enormes diferencias en la localización de los músculos faciales, en su forma y, curiosamente, en su prevalencia. Cacioppo explica: «Es una característica conocida en el ámbito de la medicina. Unas personas son emisoras, o muy expresivas, y otras son especialmente susceptibles. El contagio emocional no es ninguna enfermedad, pero viene a funcionar como si lo fuera».

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